lunes, 31 de octubre de 2011

La mirada del adiós.

Abrí la puerta y ella estaba ahí. En un plato. Había sobrevivido a la cena de mis hijos. Fría, me supo esperar en silencio, a oscuras dentro de la heladera. Ella fué parte de una grande de muzzarella. Ahora estaba sola. Las otras porciones ya no eran parte de ella. La cortaron y la dejaron. No la quisieron. Y eso es terrible para el orgullo de una porción de muzza. En su vanidad esperan ser la primera en ir a la boca. En su pesar ser la última. Su infierno ir a la heladera. Algunas viven esta circunstancia con sabia resignación, sabiendo que una madrugada pueden ser la alegría de algún: qué tendré para picotear? O por qué no? de algún desayuno. Quién no comió una porción de Muzza en un desayuno. Maradona, el día que lo internaron por primera vez, se comió una entera. Pero, no hablemos de extremos. No hablemos de otras experiencias. Hablemos de esa porción de muzza, que me miraba a los ojos. Ella resentida por vivir el abandono de sus compañeras. Dolida por sentirse rechazada por los comesales, puso todo su explendor en seducirme. Me sabe a dieta. Me conoce débil en términos de comida. Te preguntarás: cómo tiene esa información una porción de pizza? porque ve. Me mira. Y sabe. Lo tiene muy claro por el tamaño de mi papada. Salta a la vista mi glotonés en el tamaño de mi panza. Ella llegó a ver que me detuve a mirarla. Así, como sin querer. Como cuando estás con tu novia y pasa una mina que raja la tierra, y te hacés el cool, pero mirás. Bueno, igual. Ella vió que la miré. Y me habló: haceme tuya, me dijo con voz firme. La ignoré. Agarré la viandita de mi dieta, mientras ella me susurraba:- "si me dejás, en la heladera, voy a caer en manos de otro". Esa amenza me pegó. Sin cerrar los ojos la pude ver comida por un tercero y me desesperé. La imaginé deshaciéndose en la boca de otro y temblé. Entonces, la agarré con mi mano derecha. Cerré mis ojos y la llevé hacia mi boca, con un movimiento lento, pausado. Como el primer beso entre los protagonistas de una novela. Respiré profundo. algo me frenó y le dije: no. Con mano temblorosa la dejé, otra vez, en el plato. Abandonada. Sabiendo que será de otro. La solté. Me miró con desprecio. Algo dijo mientras yo cerreba la puerta de la heladera, no entendí. Y más tarde volveré a abrir esa puerta. Y será la guerra, porque frente a ella, agarraré mi coca light.

1 comentario:

  1. ya no soy ni la sombra de lo que era cuando pesaba 77, ahora apenas peso 64, 65 si morfo como cisterpiller en el 86, lo que es salir a correr! una sombra ya pronto seràs, una sombra lo mismo que yo
    adiòs lechòn! el lechòn ha muerto...que viva el lechòn!
    LO IMPORTANTE: SACIAR EL HAMBRE EMOCIONAL. LA ÙNICA QUE DE VERAS IMPORTA.

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